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gobio redondoEl gobio redondo (Neogobius melanostomus) proviene de las cuencas del Caspio y del Mar Negro. Los gobios son peces extremadamente agresivos que compiten fieramente con otras especies por los lugares más apropiados para desovar. También tienen un sistema sensorial muy desarrollado que les permite detectar cualquier movimiento en el agua, lo que supone una gran ventaja pues pueden alimentarse en aguas turbias o sumidos en una total oscuridad.

Al igual que otras especies invasoras, el gobio redondo cuenta con una enorme capacidad de reproducción y las hembras llegan a producir 5.000 huevos en los meses de verano. Su introducción accidental en los Grandes Lagos en 1990 ha supuesto un grave problema medioambiental, económico y social, especialmente en lso puertos del área Duluth-Superior, donde apareció en 1995 causando enormes daños a la pesca y gigantescas pérdidas económicas.

Otra especie que también se introdujo en la zona de los Grandes Lagos hacia el año 1980 es la acerina (Gymnocephalus cernuus), un pequeño pero agresivo pez originario de Eurasia y dotado asimismo de una alta capacidad reproductiva. Puede vivir en condiciones ambientales muy diversas y, debido a su voracidad, fácil adaptación y rápido crecimiento, tiene graves efectos sobre la pesca comercial y deportiva, con toda su cohorte de consecuencias ambientales, económicas y sociales. Tanto es así que las autoridades consideran ilegal poseer una acerina, viva o muerta, en los estados de Michigan, Minnesota, Wisconsin y Ontario. Además, desde 1992 obligan a todos los buques que quieran entrar en los Grandes Lagos a que cambien las aguas de lastre más allá del límite de la zona económica y a una profundidad superior a los 2.000 metros . En caso contrario, deben someterse a un control a cargo del servicio de guardacostas de Estados Unidos.

cólera

Ya en el terreno de la salud humana, otro grave problema es el causado por la bacteria Vibrio Cholerae , responsable de la enfermedad del cólera. Esta bacteria produce una enterotoxina que origina diarreas, vómitos y una fuerte deshidratación, capaz de provocar incluso la muerte si no se aplica rápidamente el tratamiento adecuado. La mayor parte de los individuos infectados por el cólera no presentan síntomas de ningún tipo, aunque la bacteria puede permanecer en las heces por un período de tiempo que oscila entre los siete y los catorce días. Sólo un 10% desarrollan la enfermedad y padecen los típicos síntomas de deshidratación. El cólera causa unas 120.000 muertes al año y en África hay 79 millones de personas que corren el riesgo de padecerlo. La bacteria puede sobrevivir en el agua durante largos periodos de tiempo, incluso cincuenta días cuando se asocia con algas o crustáceos marinos, lo que la convierte en una buena candidata al transporte en aguas de lastre. Entre 1991 y 1992 se localizó la presencia de Vibrio Cholerae en el agua de lastre de cinco cargueros atracados en Estados Unidos, concretamente en el golfo de México. Actualmente también se hacen controles en Australia para evitar la introducción accidental de esta peligrosa bacteria.

En vista de los graves problemas ambientales y sanitarios que pueden derivarse de las aguas de lastre, la Organización Marítima Internacional aconseja una serie de medidas para su tratamiento y control. En concreto, la resolución A.868 (20), aprobada el 27 de noviembre de 1997 como anexo del convenio MARPOL, lleva por título Directrices para el control y la gestión de las aguas de lastre de los buques a fin de reducir al mínimo la transferencia de organismos acuáticos perjudiciales y agentes patógenos. El objetivo es lograr que toda la flota mundial esterilice las aguas de lastre en el plazo de unos pocos años. Además, pide a los gobiernos que impulsen medias urgentes para aplicar tales directrices y difundirlas en el sector naviero. Así todos los buques deberían ir provistos de un plan de gestión del agua de lastre específico, incluido en la documentación relativa a sus operaciones.

El tratamiento en sí de las aguas de lastre es un proceso muy variado, tanto por la forma y el lugar donde se realiza, como por el método utilizado. Las aguas podrían tratarse, por ejemplo, en el puerto de destino, aunque dado el enorme tráfico marítimo que surca hoy en día los mares sería inevitable acumular largos turnos de espera. La otra opción, más factible, es un tratamiento individualizado a bordo de cada buque, ya sea durante el trayecto o al llegar a puerto. También es posible que el buque cargue agua de lastre y la suelte simultáneamente mientras navega, para evitar el transporte de organismos lejos de su lugar de captura, lo que se conoce como una operación de tratamiento específico, no constituye una solución al problema.

Dentro ya de los distintos tratamientos que se conocen para esterilizar el agua de mar podemos distinguir tres tipos fundamentales: físicos, mecánicos y químicos. Entre los métodos físicos más utilizados y eficaces se encuentra la radiación ultravioleta, pero tiene el inconveniente de que requiere un tratamiento de tipo mecánico para poder trabajar en óptimas condiciones. Otro método, el tratamiento por calor, aprovecha la energía de las calderas para aumentar la temperatura del agua y producir la muerte de los organismos, aunque requiere un diseño complicado y es menos eficaz que el tratamiento mediante radiación ultravioleta. Por último puede recurrirse al tratamiento por ultrasonidos, aunque está todavía en fase experimental. En cuanto a los métodos mecánicos, el tratamiento por filtración elimina cualquier sólido u organismo cuyo tamaño supere el poro del filtro, pero permite el paso a los más pequeños, como virus y bacterias, que no son por ello menos importantes. Otro tanto sucede cuando centrifugamos el agua en un hidrociclón: aquellas partículas u organismos con una densidad mayor a la del agua serán arrastrados a la parte externa del dispositivo y resultarán fáciles de eliminar. Pero escaparán los que tengan una densidad similar o menor a la del agua de mar.

La tercera alternativa consiste en los tratamientos químicos, también muy variados. Cabe citar en primer lugar a los productos desinfectantes y biocidas, generalmente oxidantes de la materia orgánica, como, por ejemplo, el cloro que se usa para potabilizar el agua de consumo. Tienen el gran inconveniente de que las aguas así tratadas conservan cierto carácter biocida que podría afectar posteriormente a otras especies. Además, en ocasiones dan lugar a compuestos organoclorados de carácter tóxico y cancerígeno. Por lo tanto, se están investigando otras sustancias con efecto biocida temporal que no pongan en peligro a las demás especies, así como el uso de cobre y otros metales que son tóxicos para los microorganismos. Sin embargo, al no cubrir todas las zonas del tanque de lastre y dejar espacios muertos sin tratar, estos sistemas no son del todo eficaces.

Dentro de este mismo grupo de las medidas químicas se han propuesto otras opciones como el tratamiento con ozono, electrólisis o variaciones en el grado de acidez (pH) del agua, pero se han descartado debido a su alto coste y a que pueden acarrear nuevos problemas ambientales.

La gestión de las aguas de lastre a escala mundial requiere, pues, un método factible y económico, que quizá pueda lograrse combinando un tratamiento mecánico con otro físico, como las radiaciones ultravioleta, y devolver así el equilibrio a los ecosistemas marinos, terriblemente alterados en la actualidad.