Usted está en: El Ozono y la Ley Antitabaco

El 26 de diciembre de 2005 fue publicada la ley que regula las medidas sanitarias frente al tabaquismo, la venta, suministro consumo y publicidad de los productos del tabaco (LEY 28/2005). Estas medidas son aplicadas debido a los riesgos que produce para la salud, no sólo del fumador propiamente dicho, sino del llamado 'fumador pasivo' que por proximidad inhala un alto porcentaje del humo, partículas y sustancias tóxicas emitidas por los cigarrillos como el Monóxido de Carbono (CO), Dióxido de Carbono (CO2), Nicotina, Benceno, Acetona, Ácido Cianhídrico, Amoniaco, Piridina, Cadmio, Ácido Láctico.. etc.

La mayor parte de estas sustancias tienen efectos muy perjudiciales para la salud humana. El monóxido de carbono se produce normalmente por una combustión incompleta de materia orgánica. En el organismo se combina con la hemoglobina inhibiendo el transporte de oxígeno a través de la sangre produciendo fatiga, dolor de cabeza, mareo, náuseas, vómitos, enfermedades cardiacas y en altas concentraciones ambientales sustituye al oxígeno del aire produciendo asfixia.

La nicotina es una de las sustancias más perjudiciales presentes en el tabaco. Es un alcaloide que tiene una serie de efectos sobre el sistema nervioso, entre ellos la adicción y dependencia a la misma. Por sí sola puede causar la muerte a un ser humano. Se estima que la dosis mortal para un individuo puede estar en torno a los 30 miligramos. Si tenemos en cuenta que cada cigarrillo tiene unos 0,12 miligramos de nicotina, únicamente 25 cigarrillos (algo más de una cajetilla) reúnen la cantidad de nicotina necesaria para producir la muerte si el organismo pudiese absorber dicha cantidad en un solo instante.

El alquitrán del tabaco está formado por miles de sustancias como hidrocarburos aromáticos policíclicos, aminas aromáticas y compuestos inorgánicos. Algunas de esas sustancias se consideran carcinogénicas, es decir, susceptibles de producir cáncer de diversos tipos además de ser responsables de problemas bronquiales y respiratorios, complicaciones vasculares además de un gran número de enfermedades.

Por lo tanto, el consumo de tabaco tiene como consecuencia un riesgo importante para la salud, de tal forma, que según recoge la llamada nueva ley antitabaco, este consumo es responsable del 90% de la mortalidad por cáncer de pulmón, del 95% de las muertes por enfermedad pulmonar obstructiva crónica, del 50% de la mortalidad cardiovascular y del 30% de las muertes que se producen con cualquier tipo de cáncer según datos reflejados por la Organización Mundial de la Salud.

Ante estas cifras, no es de extrañar que se intente paliar de alguna forma el consumo de tabaco, ya no sólo de forma privada o particular, sino que además, se hace necesario limitarlo o incluso eliminarlo de lugares públicos. En aquellos que por ley puedan establecerse zonas de fumadores y no estén sometidos a prohibición de fumar, estas zonas deberán estar correctamente señalizadas, separadas del resto de zonas y de tal forma que no constituyan zona de paso de personas no fumadoras. Además, deberá disponerse de sistemas de ventilación adecuados y dispositivos o mecanismos que permitan la eliminación de humos.

Es por tanto necesario asegurarse un tratamiento eficaz del ambiente de este tipo de locales, como son restaurantes, bares, salas de fiesta, cafeterías etc. Para ello es muy importante obtener un buen grado de renovación del aire. A mayor renovación, mayor eliminación de humo de tabaco y agentes contaminantes en general, y por tanto, mayor aporte de aire fresco. Estos circuitos de renovación deben ser independientes de otras zonas con el objetivo de no mezclarse entre sí.

Sin embargo, una correcta renovación del aire no constituye por sí sola una solución determinante al problema. En ocasiones, el caudal de aire renovado no es suficiente para mantener unos valores ambientales correctos debido a la acumulación de humo de tabaco. Soluciones como puertas y ventanas abiertas tampoco son las más apropiadas ya que generan corrientes y cambios de temperatura molestos e incómodos para los usuarios. Es necesario, por tanto, instalar, tal y como aconseja la ley antitabaco, mecanismos que permitan garantizar la eliminación de humos. Para ello, el tratamiento con ozono se considera la mejor solución para reducir el humo del tabaco a unos valores inapreciables.

El ozono es una forma enriquecida de oxígeno. Difiere del oxígeno común en que su molécula está formada por tres átomos de oxígeno, en vez de los dos átomos que constituyen el oxígeno gas ambiental. Esta configuración molecular le confiere un gran poder oxidante muy superior al oxígeno y a cualquier otra sustancia conocida, a excepción del fluor, gas muy venenoso para el ser humano.

Tiene un periodo de vida corto, transformándose de nuevo en oxígeno tras unos minutos. Este tiempo de vida depende de varios factores, fundamentalmente la temperatura ambiental y la cantidad de materia orgánica que exista en el ambiente. Por tanto, el empleo de ozono no supone la formación de ningún tipo de residuo ni empleo de producto químico ya que el ozono se forma en los equipos generadores a partir de oxígeno de aire para formar finalmente nuevas moléculas de oxígeno dentro de un ciclo cerrado.

El efecto del ozono sobre los contaminantes del humo del tabaco, fundamentalmente de tipo orgánico, se basa en una oxidación completa transformando estas sustancias en dióxido de carbono (CO2) y vapor de de agua, totalmente inocuas para el organismo. De esta forma, reducimos de forma muy considerable el humo del tabaco, el olor y los contaminantes orgánicos, alquitranes y nicotina presentes en el ambiente. Debido al potente poder de oxidación del ozono se consigue de una forma paralela la esterilización ambiental de microorganismos y la eliminación de olores, no sólo de tabaco, sino aquellos producidos por comida, grasas y todo tipo de fuentes de olor de tipo orgánico.

Es de vital importancia la elección del equipo con producción de ozono adecuada a cada caso, así como su ubicación dentro del recinto, lo más estratégicamente posible al foco de eliminación de humo y combinándolo de una forma eficaz con los sistemas de extracción y reparto de aire. Una producción demasiado reducida puede significar un porcentaje de eliminación de humos y olores muy escaso no dejando margen para una concentración de ozono residual en el aire. Esto ocurre cuando todo el ozono que se genera se emplea para eliminar el humo y materia orgánica en suspensión quedando ésta muy en exceso. En cambio, una producción de ozono excesiva o mal repartida, puede dar lugar a altas concentraciones de ozono provocando irritaciones y malestar. Existe una normativa ambiental que limita en 0,1 partes por millón en volumen la concentración máxima de ozono en lugares públicos. Este límite no debe superarse, por lo que es necesario la elección de un equipo adecuado, dimensionado a cada caso concreto, o bien, el uso de sondas ambientales de medición de ozono residual en el aire con sistemas de detección y control de la producción de ozono para obtener siempre la mayor calidad de aire libre de humos, olores y contaminantes.

Como resumen recalcar que es perfectamente factible la correcta eliminación del humo del tabaco sectorizándolo de otras zonas no habilitadas para fumadores y todo ello sin necesidad de complejas instalaciones o inversiones excesivas, eso sí, recordando el peligro que supone fumar, pero al menos, evitando compartir ese riesgo con otras terceras personas no fumadoras y limitarlo a una decisión personal y libre de cada individuo.